Los hermanos Machado: los complementarios

Manuel y Antonio… los Machado. Antonio, el filósofo, el hombre austero de torpe aliño indumentario; Manuel, el ruiseñor, el pizpireta y farandulero cantor de la vestales callejeras y de los antros de lenocinio… Dos imágenes, dos hombres, dos formas de entender la vida totalmente distintas, pero a la vez, dos complementarios, dos caras de una misma moneda, el ying y el yang de una España siempre divida y por donde nunca ha dejado de cruzar “errante la sombra de Caín”.

Para comprender las dos personalidades tan diferenciadas de ambos hermanos nos ceñiremos a tres aspectos: sus vidas, sus obras y sus posiciones políticas.

París, 1899

En primer lugar nos trasladeremos a 1899, cuando los hermanos se encuentran en París y trabajan como traductores en la editorial Garnier Fréres. Antonio, el de alma castellana, el poco amigo de la diversión, dejaría pronto el trabajo en Francia, buscando sin duda las colinas plateadas y la fuente bergsoniana de sus Campos de Castilla; sin embargo Manuel continuó en su exilio parisiense, bebiendo cada gota de la absenta simbolista y coincidiendo en la tierra de Verlaine con escritores tan célebres y pintorescos como Oscar Wilde, André Gide y Rubén Darío, personajes que vivían al límite su dandismo, su homsexualidad o su alcoholismo como banderas de una estética de la que gustaba tanto a Manuel.

Nos cuenta el crítico Gordon Brotherston en el que para mí es el estudio más completo sobre la vida y obra del poeta de ‘Adelfos’, que tuvo Manuel con Rubén Darío una trifulca por cuestiones de faldas, la cual ambos poetas solucionaron por supuesto en un tugurio del Barrio Latino, bebiendo ajenjo como posesos y componiendo madrigales a las lunas de los charcos.

Este periplo de sus vidas nos muestra a las claras sus dos personalidades diferenciadas. Mientras Antonio rehuía la infame turba de nocturnas aves de la vida parisiense y prefería sin duda la oscuridad de achicoria de una tertulia de café en Madrid, Manolo quiso degustar durante más tiempo y con toda la intensidad que merece el tumulto que se vivía en París, esa ciudad de suburbios viejos y nuevos palacios donde según Baudelaire “todo se vuelve alegórico”.

Regreso a España, 1902

MMR-y-AMR-Alfonso-002En 1902, ya de regreso en España, Manuel publicaría su primer libro de poemas: ‘Alma’. Mientras tanto, su hermano Antonio, tan sólo unos meses después, publicaría ‘Soledades’. Dos libros de estética modernista pero con tonos bien diferenciados donde la personalidad de cada uno sale claramente a relucir.

Fue esta la época donde a los hermanos se les veía ir juntos a muchas tertulias literarias como la que Villaespesa tenía en la buhardilla de su casa, en el número 5 de la Calle Divino Pastor. Rafael Cansinos-Asséns, que también pululaba aquel cenáculo modernista, nos dejó en sus Memorias de un literato un retrato de los dos hermanos, confeccionado con esa maestría y dominio del lenguaje que caracterizaba al escritor sefardita, maestro de Borges y que traslado aquí en su totalidad: «Manuel, efusivo, ligero, chispeante, andaluz pizpireto; Antonio, serio, ensimismado, meditabundo, lacónico como un espartano, descuidado en su atuendo, con manchas de cenizas y alcohol en su traje viejo y raído. ¡Qué contraste entre los dos hermanos! Manolo, dicharachero, marchoso, de una elegancia aflamencada y de una movilidad de pájaro; Antonio, grave, silencioso, lento, arrastrando los pasos como una cadena…».

La diferencia para Cansinos salta a la vista. Manolo, el poeta de la musicalidad, el hedonista y cantor de la vida cosmopolita; Antonio, el hombre retraído, de sentencia alambicada y pensamiento profundo, cantor de la vida agreste y del paisaje interior del alma.

Siempre se ha dicho que Manuel fue un poeta de verso fácil, de un coloquialismo exacerbado, que elegía siempre la música antes que el tema que iba a desarrollar en sus poemas (Unamuno precisamente le criticaba este aspecto de su poesía en el prólogo de ‘Alma’). De Manolo siempre se decía que era el poeta de la inspiración, el vate de la música, mientras Antonio era el poeta del trabajo y la elaboración.

No sé hasta qué punto esta afirmación puede ser del todo cierta, pero Cansinos nos cuenta una anécdota en sus memorias que puede ser muy ilustrativa. Una tarde don Rafael, entró en un café de amplios divanes rojos, repleto de espejos por doquier y contempló a don Antonio escribiendo algunos versos; cuál fue su sorpresa al comprobar que Antonio contaba con los dedos las sílabas de sus versos… Esta imagen hubiese sido impensable en su hermano Manuel que según dicen tenía un oído para la musicalidad del verso excepcional.

Diferentes, pero complementarios

Pero aunque hubo gran diferencia en su forma de concebir la poesía y aunque es cierto que ambos poetas eran muy diferentes, también paradójicamente compartían muchas cosas. Eran inseparables en las tertulias y colaboradores en muchas obras de teatro que tuvieron un gran éxito durante la dictadura de Primo de Ribera.

Pero quizá el mayor punto de diferenciación entre ambos hermanos es el aspecto político. Sobre todo después de estallar la Guerra Civil española.

Manuel ha quedado para la historia literaria como representante de la España franquista y Antonio como defensor del ideal republicano.

¿Por qué el prestigio de Manuel Machado como poeta decayó tanto y la imagen de Antonio se ha idolatrado hasta la saciedad?

La respuesta a esta pregunta la encontramos en los famosos versos de Antonio que definen España como «un trozo de planeta/ por donde cruza errante la sombra de Caín»… Desgraciadamente, España, aunque intentemos camuflar la realidad, sigue siendo un país cainita, envidioso y resentido. La Historia literaria nunca ha perdonado a Manuel su poema ‘Saludo a Franco’ en la toma de Madrid.

Manuel, el poeta franquista

por-hermanos-machadoPero todos nos preguntamos, ¿cómo un hombre como Manuel Machado se unió al alzamiento militar? ¿cómo un poeta de vida un tanto bohemia, algo propenso a la golfemia, se proclamó partidario del régimen franquista?

Yo me atrevería a decir que por causa del miedo, ese monstruo del que por aquellos años no se libró absolutamente nadie.

A pesar de su “famoso” soneto en alabanza al generalísimo, no debemos olvidar que a Manuel Machado le pilló la contienda en zona franquista y a Antonio en zona republicana. La verdad que el posicionamiento político de Manuel fue quizá más una cuestión de supervivencia que de carácter ideológico.

De hecho resulta curioso que Manuel en una entrevista publicada recién empezado el conflicto bélico, declaraba que aquel alzamiento militar de Franco no era más que «otra cruzada carlista» (declaraciones que pusieron en peligro su propia vida). Quizá esas declaraciones hicieron que el poeta del Mal Poema se viera en la “obligación” de escribir esa alabanza a Franco que entre otras cosas le granjearía el favor del régimen y le salvaría la vida.

Pero España, como digo, suele ser cainita. Seguramente, a muchos les habría gustado ver a un Manuel Machado pasado por las armas del alzamiento, para así poder contar con otro protomártir de la guerra.

El ocaso de Manuel

Pero lo cierto es que Manuel murió como el don Guido de su hermano Antonio, un personaje «de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero; de viejo, gran rezador», abrazando los preceptos del movimiento nacional, mientras que Antonio Machado moría en Colliure, exiliado y como claro símbolo de los ideales republicanos. Cosas del destino y de la geografía… o no.

Lo cierto es que muchos han visto la historia de los Machado como una alegoría de las dos Españas; esas dos Españas tan diferentes, pero a la vez tan similares. Dos visiones de la vida totalmente distintas, dos Españas, que aunque diferentes, fueron totalmente complementarias, como complementarios fueron los Machado.